Decadencia del periodo renacentista

Girolamo Savonarola,
retrato de Fray Bartolomeo
 c. 1498 wikipedia
Un temprano aviso del declinar del Renacimiento, tuvo lugar a finales del S. XV, al coincidir la caída y el exilio de la familia Medici (1494), y la aparición, en el año 1490, de un ambiguo personaje, el siniestro fraile dominico, Savonarola, que como gobernador no declarado, entre los años 1494 y 1498, ocupó el lugar de los Medici. Él sería el protagonista e inductor, durante los extraños carnavales de 1497, de la conocida y gigantesca hoguera de las vanidades, que instaló en Florencia, en la Piazza della Signoria. Estos hechos, y los comprendidos en un periodo que se prolongó durante dieciocho años, llamado el “interregno”, de 1494 a 1512, en que exiliada la quinta generación de la familia Medici, como antes se ha señalado, se consideran determinantes en la conclusión de la eclosión humanística y cultural que sin duda fue el irrepetible Quattrocento florentino.

No obstante a lo acontecido en el denominado periodo del “interregno”, guerras y catástrofes que asolaron a Italia, paradójicamente como a lo largo de la historia ha sucedido otras veces, el  cenit del Renacimiento se produce entonces. Leonardo da Vinci pinta la “Ultima cena”, Miguel Ángel los frescos de la capilla Sixtina y Rafael las estancias del Vaticano. Asimismo en aquella época coexisten en Florencia, Botticelli, Leonardo da Vinci, Filippino Lippi, Lorenzo de Credi, fra Bartolomeo, Miguel Ángel y Andrea del Sarto. También en ese periodo, Pinturicchio, y Perugino, pintan en Perugia, mientras  que Luini lo hace en Milán, Rafael en Urbino, y en Venecia, Carpaccio, Giorgione, Tiziano y Palma. 

Después de asistir, adentrados ya en el S. XVI, al extraordinario esplendor de la etapa dorada del Cinqueccento en Roma, el Renacimiento, durante la segunda mitad de este siglo, comenzó a avistar su decadencia, a lo que contribuyó decisivamente el saqueo al que  Carlos I, el 6 de Mayo de 1527, sometió a la ciudad eterna, conocido como el saco de Roma.
Saqueo de Roma. 6 de mayo de 1527. Grabado diseñado por Martin van Heemskerck y publicado en 1555.
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Júpiter arrojando sus rayos
 a los Vicios
, de Veronés (ca. 1555)
No pudiendo evitar, dar paso a un rígido formalismo, y contaminado de forma amplia por el manierismo, este acontecimiento humanístico y cultural, se vio obligado a doblegarse ante el Barroco. Asimismo, no puede ocultarse que a ello contribuyó  la aparición de nuevos ideales en todos los campos, como pudo ser en el de la pintura, la escultura, la filosofía y el humanismo, que evidenciaron ser más fuertes e intensos que los del Renacimiento, ya debilitados por el transcurso del tiempo.

El movimiento que representó el Renacimiento, que tanto, desde las diferentes corrientes filosóficas del humanismo, influyó en todas las artes y distintas ramas  de la cultura, y que, con inusitado entusiasmo y fe en el progreso, fue un extraordinario avance en todos los aspectos para la humanidad, tuvo que afrontar su declive. Este, como ya se ha señalado, dio comienzo antes de concluir el S. XVI, pudiéndose situar muy bien, entre la muerte de Rafael en 1520, y la de Tintoretto, en 1594. Aunque hay que reconocer, que entonces, algunas facetas de la cultura, como la literatura, todavía no habían alcanzado su punto culminante.

La decadencia del Renacimiento, históricamente puede situarse, lo mismo que su alumbramiento, en Italia, país en el que siempre se encontró su foco inspirador y mantenedor. Como causa principal, se puede señalar, entre otras, el inicio allí, de un ciclo decadente, en el que concurrieron, las siempre presentes e inevitables, razones económicas, motivadas por el cambio que se estaba produciendo en las grandes rutas comerciales. También hay que atribuirlo a razones de índole político, al convertirse la Península Trasalpina, por la aparición de innumerables conflictos, en un campo de batalla.

Index Librorum Prohibitorum.
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Tampoco tuvieron una importancia menor, razones de carácter religioso, pues las consecuencias de la Contrarreforma, habían comenzado a ser un freno muy considerable para las inquietudes intelectuales. De la misma manera, es imposible ignorar el hecho, de que la alianza que en su día se estableció del dinero y del talento, que dio lugar a una cultura esplendorosa, alcanzado el S. XVII, se invirtieran los papeles, traicionándose así aquella acertada unión. Como consecuencia de ello, el dinero comenzó a comprar el talento, desapareciendo los mecenas para dar paso al mercader del arte, haciendo el resto el estado nacional centralista y la Iglesia.


Así, se hace necesario admitir, que el agotamiento que se produjo en los caudales de inspiración que fluían de las ricas fuentes italianas, unido a todo lo que anteriormente se ha consignado, fue determinante y difícil de superar para mantener algo que ya tocaba a su fin. Este hecho y sus consecuencias, comenzó inmediatamente a repercutir en la aridez del resto de Occidente. La prolongación de ésta estéril etapa, resultó ser motivo suficiente para que hubiera que aceptar que se había llegado al fin de una época histórica. 

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