Aspectos, hechos y personajes del Renacimiento (XXXII). La Música (II)

Aspectos, hechos y personajes del Renacimiento

La Música


Alleluia nativitas de Pérotin,
muestra de polifonía sacra medieval.
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No podemos proseguir con esta breve exposición, sin consignar que si algo identifica a la música del Renacimiento fue la polifonía, tanto la vocal como la instrumental o conjugadas las dos. Cuando todavía el canto gregoriano, no había recorrido por completo su ciclo histórico, un tímido germen revolucionario abrió nuevas e insospechadas perspectivas al arte de los sonidos. El gregoriano, como en general toda la música profana medieval anterior al S. XI, había sido esencialmente monódico, o sea en cualquier composición no existía más que una línea melódica única, y las voces humanas e instrumentales la interpretaban al unísono.

Hacia finales del S. IX, esta monodia empezó a dividirse en dos voces distintas que, como dos caminos que se separan y se encuentran otra vez más allá, o como el río que se divide en dos ramas para rodear un islote, se alejaban una de otra, después avanzaban de modo paralelo –una más aguda y otra más grave- durante toda la composición y, al fin, se reunían de nuevo en el unísono. Esta subdivisión, aún muy tímida y sencilla, fue el inicio del importante movimiento musical europeo conocido con el nombre de polifonía, es decir, música compuesta por sonidos diversos emitidos simultáneamente por voces diferentes. Al principio la polifonía fue en realidad una diafonía (dos voces), que se regía por la más estricta norma contrapuntista.

La polifonía, ya en el Renacimiento, contando con numerosas voces, a todas le concede la misma importancia, empleándose ritmo medido y regular, centrándose la técnica compositiva en una combinación de homofonía y contrapunto. En los siglos XV, y de manera especial en el XVI, la polifonía alcanzó su cima gracias al trabajo de varias generaciones de compositores, fundamentalmente pertenecientes a la escuela franco-flamenca que sería la que dominase, en toda su dimensión, el arte musical del Renacimiento.

Comienzo del Códice Chigi, con el Kyrie de la Missa Ecce ancilla Domini deOckeghem.
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Girolamo Frescobaldi.
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Los principales representantes de esta escuela son Guillaume Dufay, Josquin Des Prés, Jan Pieterszoon Sweelinck, Orlando di Lasso o Roland de Lassus, y Johannes Ockeghem. Estos, sucesivamente, extendieron su arte por los principales centros europeos haciéndolo de forma especial en Italia, país en el que sus figuras señeras fueron, primero, Giovanni Pierluigi Palestrina y, algo más tarde, Girolamo Frescobaldi, (audición de Messa de la Doménica) a los que es preciso añadir al español Tomás Luis de Victoria. En este momento se podía comprobar que la música instrumental se imponía a la coral, tanto en la escuela flamenca como en la italiana, apareciendo, de manera sucesiva, nuevos géneros musicales tales como el oratorio, el coral y finalmente la ópera.

En Italia, donde en sus primeros tiempos la polifonía no gozó del favor que tuvo en Inglaterra y Francia, florecieron las formas de la caccia,  vivaz descripción de escenas cinegéticas o campesinas, y el madrigal, breve composición sobre texto profano de tema constantemente amoroso, que conseguiría extraordinaria popularidad y considerable progreso en las centurias siguientes. De esta forma, en las escuelas romanas y venecianas, siguiendo las sendas que habían abierto los maestros flamencos que en ellas enseñaron, florecieron en el S. XVI los grandes madrigalistas, excelentes autores que compondrían madrigales tanto profanos como religiosos.
Non si levava ancor l’alba novella (Monteverdi)


El madrigal, originado en la forma poética de heptasílabos y endecasílabos alternos –que Dante y Petrarca practicaron-, constaba de dos o tres estrofas de tres versos cada una, cantadas con la misma música pero con un ritornello distinto en el espacio interestrófico. Esta composición generalmente de tres a seis voces, en la que todas si bien tenían igual importancia su tratamiento era diferente, acabaría siendo la forma musical secular más importante de su tiempo.
Dentro del vendaval renacentista, la asombrosa e incomparable eclosión musical, llevará, en definitiva, a su apogeo la gran herencia de los tropos medievales gestada en los monasterios: el triunfo sistemático de la polifonía, junto al desarrollo y complejidad creciente de la música instrumental. Este intenso periodo suele subdividirse en tres etapas más o menos independientes: el quattrocento o totalidad del S. XV; la primera fase del cinquecento, de 1500 a 1540; y la revolución musical de mediados del S. XVI.


Durante la primera de estas etapas se gestó el preclasicismo y comienza el intercambio de músicos y experiencias que será característico del apogeo renacentista. En la primera fase del cinquecento se produce una revalorización de las formas medievales, así como nuevas formas expresivas, más acordes con las inéditas propuestas culturales y artísticas de la época. También dentro de este periodo cabe señalar la aparición de la parodia, que volvió exuberantes y considerablemente más largas las misas, el paralelo desenvolvimiento del motete y del madrigal hacia formas cada vez más complejas, así como un salto cualitativo en la evolución de la música instrumental. Por lo que hace a la llamada revolución musical de mediados del S. XVI, puede decirse que a través del eclecticismo que la caracterizó se prefigura la reacción de ese primer periodo clásico que se conoce como barroco, estilo cuya vigencia se extendería desde el nacimiento de la ópera hacia 1600, hasta 1750, año en el que muere Bach.

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