Salamanca y el Renacimiento (V)

SALAMANCA Y EL RENACIMIENTO




wikipedia
San Juan de la Cruz, Doctor de la Iglesia, nació  en Fontiveros (Ávila), en 1542, ostentando el verdadero nombre de Juan de Yepes.  En el año 1563 tomó los hábitos de la Orden carmelitana, y al año siguiente, se traslada a Salamanca, e instalado en el Colegio de San Andrés, que la orden tenía asociado a la universidad, cursa estudios de Filosofía, Teología y Artes. Ordenado sacerdote en 1567, su paisana, Teresa de Jesús, con la que estableció una gran amistad, le incorporó al movimiento que perseguía la reforma del Carmelo que ella misma había iniciado.

Abandonando Salamanca en 1568, fundó el primer convento de Carmelitas Descalzos, en el que se practicaba a ultranza la contemplación y la austeridad, algo, que unido a sus intentos de reforma de las ordenes monásticas, originó que fuera acusado de apóstata, hecho que conllevó el tener que verse obligado a sufrir durante nueve meses una dura prisión en un convento de Toledo. Casualmente, de la permanencia en este cautiverio, surgiría su obra cumbre, Cantico Espiritual, la cual representa una sublime y destacada referencia, en el contexto de la poesía mística occidental. En ella se detecta un extraordinario ritmo y musicalidad, componiéndola a base de liras, en las que se mezcla y alterna versos heptasílabos y endecasílabos.



Su poesía está inspirada en un profundo sentimiento religioso, entendiendo algunos estudiosos, que la misma tiene un estilo similar al bíblico, que atribuido a Salomón, se aprecia en el “Cantar de los cantares”. Toda su obra, que tuvo una gran influencia durante muchos años en el mundo occidental, se halla impregnada de un misticismo simbolista, rezumando asimismo del típico estilo de la poesía bucólica y pastoril. Aparte del citado y sobresaliente “Cantico Espiritual”, destacan obras suyas en verso como, Noche oscura”, “Llamade amor viva, y un amplio conjunto de poemas menores, del que no puede olvidarse, “El Pastorcico”.

Luis de León, al que conocemos como Fray Luis de León, nació en el seno de una familia rica e influyente, en Belmonte (Cuenca), en el año 1527. Después de profesar el 29 de enero de 1544 en la Orden Agustiniana, en la que había ingresado en 1541, lograría posteriormente, con gran éxito y admiración, el doctorado en Teología, encontrándose entre sus profesores, Domingo de Soto y Melchor Cano. En 1561, casi inmediatamente de conseguir el doctorado, compite por una vacante que existía en la cátedra de Teología de la Universidad de Salamanca, y obtiene la misma, haciendo ya alarde de su gran talento.

En su destacada figura concurre la condición de poeta y prosista, además de la de teólogo, filósofo, humanista, traductor de los clásicos, y la de obsesionado vigilante del idioma. Su obra está considerada como la más alta cumbre de la lírica española del S. XVI. Su vida y su trabajo estuvieron dedicados a las tareas de magisterio en la Universidad de Salamanca, en ella, el fraile agustino como profesor de Exégesis de Sagrada Escritura, postuló la primacía de los textos originales hebraicos de la Biblia. En este aspecto, no se puede ignorar el valor que mostró entonces, al desentenderse de las limitaciones que establecía la Contrarreforma, que obligaba a considerar a la “Vulgata”, como texto oficial bíblico.



Esta actitud que acabamos de reseñar, le costó al fraile agustino el ser acusado, en Marzo de 1572, por la Inquisición, y encarcelado durante casi cinco años. Sometido a un largo proceso, a la conclusión del mismo, se reconoció su ortodoxia, sintiendo entonces, este gran personaje con su liberación, si bien quebrantada su salud, mayor vigor y energía moral que antes.

El ardiente afán religioso que le inspiró a lo largo de toda su vida, fue también el centro de su extraordinaria obra literaria. De ella destacan sobre todo, sus obras en prosa tales como, Exposición delLibro de Job”, “La Perfecta casada, y el libro que compuso con mayor empeño, De los nombres de Cristo, el cual contiene un excepcional diálogo entre varios interlocutores al inconfundible modo renacentista.




Aunque, si bien, él nunca quisiera reconocer la importancia de su labor lírica, queda como un gran poeta. Esto es algo que se aprecia y comprende, observando su obra de traductor poético con las versiones que realiza de Píndaro, Horacio, Virgilio, y Tibulo, al igual que de los “Salmos”, de Salomón. Todo este trabajo encierra el valor propio de la poesía, observando de forma estricta y rigurosa, el mantenimiento tanto de la originalidad como de la fidelidad. En algunos casos, sorprendentemente, consigue desplazar a los modelos, por las traducciones que realiza, como consecuencia de la mágica cadenciosidad y pureza expresiva que emplea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ir arriba