Arte Románico. Construcciones religiosas. Catedral Vieja (I)

ARTE ROMÁNICO
EDIFICIOS RELIGIOSOS ROMANICOS (1103-1178)
CATEDRAL VIEJA  (1135-1226) (i)

Obra: Templo Catedralicio. Ostenta el nombre de Santa María de la Sede, por tratarse de la Iglesia del Obispo. Su construcción se decidió a finales del S. X  I, una vez consolidada la frontera del Duero por el Rey Alfonso VI, e impulsada la repoblación del territorio, por el yerno de éste el francés Raimundo de Borgoña. Se considera la obra cumbre del románico salmantino así como una de las más destacadas de este estilo  existentes en España.  La ejecución de ésta obra representó un importante incentivo para el desarrollo de la actividad mercantil en la ciudad, pues en su entorno se estableció el primer mercado o azogue, denominación esta última, con la  que entonces eran conocidos los mercados.
La diócesis en aquella época era dirigida por el obispo Don Jerónimo Visqué, nacido en Perigueux (Francia), quien con anterioridad había sido canónigo de Toledo y obispo de Valencia. Pertenecía este prelado al movimiento renovador “Reforma Cluniacense”, siendo un hombre influyente en la época, pues había sido compañero de armas y capellán del Cid Campeador, manteniendo excelentes relaciones con la Corte. Se cree que en 1076 llegó a España acompañando junto con otros monjes cluniacenses, a Constanza de Borgoña, sobrina del abad de Cluny, la cual venía para contraer matrimonio con el rey Alfonso VI.

Estilo: Románico Tardío, con influencias aquitanas y orientales. En aquella época se estaba ya comenzando a dar paso al estilo gótico, algo que es apreciable en la edificación. Tratándose el mismo de un tipo de  estructura y estilo arquitectónico, que había comenzado a ser difundido a mediados del S. IX en Europa, por los monjes de la Comunidad Benedictina de Cluny.


El templo de estructura basilical y de cruz latina,  está compuesto de tres naves, de las cuales la central es más ancha y alta, contando con el crucero saliente, y un ábside y dos absidiolos, originando la contemplación exterior del conjunto de estos, desde el llamado Patio Chico, un espectáculo no carente de belleza.
Así se puede observar como el ábside mayor muestra tres paños, delimitados por esbeltas semicolumnas con capiteles vegetales, y dos cuerpos separados por una imposta abilletada. En cada uno de estos paños se abre una ventana abocinada, con arco de medio punto, ornado con billetes y tacos cilíndricos. Mientras que las columnas de estas ventanas poseen capiteles vegetales de excelente labra, con roleos, grifos afrontados, centauros, máscaras y bichas con los cuerpos entrelazados.
De la misma manera puede comprobarse como el absidiolo perteneciente al lado de la Epístola, cuenta con una organización muy similar a la del ábside mayor aunque sin columnas. En él emerge adosado un husillo aspillerado por el que se asciende al cuerpo poligonal superior, concebido como una efectista aguja con escamas y ventanas ciegas con gabletes. Este último elemento arquitectónico pertenece a una obra realizada con posterioridad a la de la Torre del Gallo, siendo precisamente ésta la que determinó su ejecución.
 En el interior sobre los capiteles se trazan arcos apuntados, siendo resuelta la  adaptación de las bóvedas de nervios, mediante cabezas sobre las que apoyan a modo de ménsulas tableros que soportan los nervios diagonales. Todo esto hace que el edificio haya que considerarlo de transición, ya que si bien cuenta con un plan general románico en su desarrollo se utilizan soluciones cercanas ya al gótico.

Torre del Gallo

De esta forma las naves se encuentran cubiertas con bóvedas de ojivas, de robusto perfil, en las que en determinados casos, los plementos se hallan dispuestos en hiladas perpendiculares a las claves, y en otros, en  hiladas concéntricas, adquiriendo así un aspecto cupuliforme. Los soportes de núcleo cruciforme, están ejecutados con recias semicolumnas en los frentes, contando con otras más finas en los codillos, elevándose todas sobre un pedestal cilíndrico. Aquí es necesario resaltar, que como los soportes previstos no habían sido concebidos para asumir bóvedas de crucería y especialmente nervios de tan importante envergadura, se hizo necesario utilizar mensulones, para de esta manera obtener una sincronización más armónica de los arcos sobre las columnas.
Exterior abside central
 En la cabecera del templo, son las bóvedas de horno las que fueron empleadas en los ábsides, y de cañón agudo en los tramos rectos que preceden a los mismos. Ya en el crucero se alza el espectacular cimborrio que da nombre la famosa Torre del Gallo. El punto de partida de este destacado elemento arquitectónico, se obtiene en cuatro soportes torales de sección cruciforme de los que a su vez parten las cuatro pechinas, triángulos de perfil cóncavo, que permiten que de la planta hasta allí cuadrada pase a la circular, para facilitar con esta transformación el asiento de la cúpula.

La estructura del tambor del referido cimborrio, consta de dos pisos, teniendo  estos a su vez dieciséis ventanas cada uno de ellos, contando las mismas con dos órdenes diferentes, tanto de arcos como de columnas. Las ventanas son de arcos rebajados en el piso inferior, y lobulados en el superior. La decoración de los capiteles de las columnas, muestran hojas que se ajustan al cuerpo de los mismos, retorciéndose en la parte de arriba, para acoger bajo su punta un botón o piña. Los cuerpos del tambor son delimitados por una línea de impostas con delicada decoración vegetal, estableciéndose la relación entre ellos por medio de robustas columnas.
Contemplando finalmente el casquete esférico que culmina el cimborrio, se comprueba que el mismo lo integran dieciséis arcos semicirculares que convergen en el centro en una clave floral. Forman parte del mismo igual número de plementos gallonados o cóncavos en los que se introducen las dovelas de los arcos. Estos nervios que soportan el mayor peso de la cúpula, tienen su base en las columnas del tambor, alcanzando de esta forma una correcta integración sendos elementos.

Retablo central.
FUENTE: Wikipedia

El ábside central lo ocupa un magnífico retablo, obra del pintor nacido en Florencia en 1404, Dello da Niccoló Delli, conocido como Nicolás Florentino, ayudado por sus hermanos Sansón y Daniel. Este trabajo no se realizó hasta el S. XV, en virtud de contrato suscrito por el pintor florentino y el cabildo de la catedral el 15 de Diciembre de 1445. El retablo, si bien tenía una función didáctica, no excluía la artística-ornamental. Reproduce en 53 escenas las vidas de Cristo y de María. En el cascaron en la parte superior se representa el Juicio Final, pintura ésta última plenamente renacentista atribuida a un tercer hermano de Nicolás Florentino.


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