Arte PLATERESCO
UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (1415-1769) (IX)
Tabla astronómica de Almanach Perpetuum, obra de Abraham Zacut sobre astronomía. WIKIPEDIA |
La
influencia de los maestros salmantinos hay que destacarla por su contribución a
decisivos e importantes momentos de la historia. Ejemplo de ello pueden ser el
prelado Gonzalo Vivero, astrónomo y cosmógrafo, el también notable astrónomo
Abraham Zacut, y el inquieto viajero Diego de Torres Villarroel. Todos ellos se
significaron especialmente, en la toma de las distintas decisiones que en su momento adoptaron los
Reyes Católicos respecto al proyecto colombino. De la misma manera lo harían en
1494, cuando en el Tratado de Tordesillas, tuvieron que delimitar con la
monarquía portuguesa las zonas de influencia en el Océano.
Al
inicio del S. XVI, la
Universidad tenía matriculados dos mil quinientos alumnos,
llegando a alcanzar en el curso 1546-1547 más del doble, cinco mil ciento
cincuenta y tres. En las tres sesiones que entre 1545 y 1563, se desarrollaron
en el Concilio de Trento, destacaría, por su peso intelectual y su celo
reformador, la gran gloria de la “Escuela de Salamanca”. En él tendría gran
relevancia la participación de algunos de sus profesores y de antiguos alumnos,
destacando, pese a su ausencia, las doctrinas de Francisco de Vitoria.
Durante
la visita que en 1600 realiza a la Universidad Felipe
III, pronuncia la famosa frase que luego repetirían todos sus sucesores: “Doctores
de Salamanca, sentaos y cubríos”, expresión con la que asimilaba a
estos a los Grandes de España en privilegios.
En
la universidad salmantina tradicional, no existían exámenes anuales, el “pase
de curso” solo requería la matrícula y la asistencia, reservándose los
controles para el momento de los grados, estos podían ser tres: Bachiller,
Licenciado y Doctor. Motivado por su coste, a finales del S. XVI y principios
del XVII, lo licenciados representaban el 2% de los bachilleramientos, y el
doctorado solamente lo alcanzaban la mitad aproximadamente de los licenciados.
A
pesar de que las cátedras aumentan en el S. XVII, disminuyen los alumnos, los
cuales aun siendo menos, comienzan a tener enfrentamientos con los habitantes
de la ciudad. De esta forma al llegar el mes de Septiembre de 1640, se habían
producido en lo que iba de año cuarenta y seis muertes violentas. La situación
llegó a revestirse de tanta inseguridad y violencia, que se pensó seriamente en
trasladar la Universidad
a Palencia, en virtud de un antiguo privilegio otorgado por Juan II. Pese a
todo, este siglo no dejó de ser brillante para el estudio salmantino.
En
el curso 1858-1859, a
raíz de la “Ley Moyano”, la
Universidad estuvo a punto de ser suprimida, pues solo
contaba con ciento cincuenta alumnos matriculados. Posiblemente fue salvada de
su desaparición al considerarse su glorioso pasado. Contando ya con mil alumnos
en el Curso 1890-1891, se confirmó su resurgir, a lo que de manera
extraordinaria contribuyó sin duda el rectorado de Don Mamés Esperabé Lozano.
La
tradición de pintar los “vítores”, procede de la costumbre que existía de
homenajear el alumnado a los compañeros que después de haber leído la tesis
alcanzaban el doctorado. El “vitor” es siempre de color encarnado, pero si el
doctorado corresponde a la rama de ciencias, el pigmento a utilizar debe
proceder de la sangre de toro, y si es de la rama de letras, el origen tiene
que ser de pigmentos vegetales. Esta tradición se interrumpió entre 1857 y
1953, como consecuencia de que la entonces vigente “Ley Moyano”, únicamente
permitía otorgar el doctorado a la Universidad Central
de Madrid. Reanudándose la costumbre cuando en 1954, comenzó la Universidad de
Salamanca a poder conceder de nuevo el doctorado.
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