Retrato de Claudio Monteverdi Cremona, Italia wikipedia |
Claudio Monteverdi (1567-1643),
compositor, gambista y cantante italiano, es el músico que marcó la transición
entre la tradición polifónica y madrigalista del S. XVI y el nacimiento del
drama lírico y de la ópera en el siguiente siglo. Este personaje que representa
la figura más importante en la transición entre la música del Renacimiento y la
del Barroco, inició sus estudios de música con el famoso maestro de capilla de la Catedral de Cremona,
Marco Antonio Ingegnieri, publicando sus primeras obras a los quince años.
Monteverdi, aparte de componer abundante música religiosa,
entre 1587 y 1638, publicó ocho colecciones de madrigales, en los que muestra
el absoluto dominio de la técnica madrigalista, combinando las escrituras
homofónica y contrapuntística, utilizando libremente armonías y disonancias. Su
objetivo, igualmente, en estas composiciones era hacer que las palabras fueran
las amantes de la armonía, y no las siervas, lo que significaba que el
raciocinio y las reglas debían dejar paso a la expresividad verbal. Propuso
también una autoridad clásica para
fundamentar su punto de vista, nada menos que la de Platón. Describió a la música
que obedece a las reglas de la armonía como ejemplo de una “primera práctica”,
señalando a la vez la existencia de una “segunda práctica”, en la que la
melodía y la armonía debían ajustarse al texto.
En 1607, año en el que murió su esposa, se estrenó L’Orfeo(Orfeo, favola in música), su primer drama musical, considerado la
primera y auténtica ópera de la historia, tal como la entendemos hoy día. Esta obra es un maravilloso casamiento en sí
mismo, del madrigal, las canciones para el baile y la nueva monodia expresiva,
algo que el compositor parece haber estado probando por primera vez. También
con ella se confirmó como una innovación más, la que se deriva de la nueva
monodia: la posibilidad de que exista una obra musical de gran formato y peso
específico fuera de la iglesia, pues la ópera propiciaba una forma de grandes
dimensiones absolutamente secular, y a partir de este punto la música
eclesiástica acabaría convirtiéndose en hija de la ópera, emulando sus solos y
su construcción dramática.
El patetismo arrebatador que alcanzan algunos pasajes de
la citada ópera compuesta por Monteverdi, arrancó las lágrimas del público
original que la experimentó, conmovido por sentimientos de compasión. Estas
lágrimas incipientes serían las que dieran testimonio de la realización de un
sueño del Renacimiento, el de hacer que la música fuera capaz de hablar de los
movimientos del cuerpo y la mente de las personas: del apremio y la cólera, de
la fatiga y la pena, de la quietud y del miedo.
Girolamo Frescobaldi. wikipedia |
Girolamo Frescobaldi (1583-1643), este
italiano organista y compositor, coinciden muchos en señalarlo como el primer
gran maestro de la composición para órgano. Su carrera musical la inició como
organista de la iglesia de Santa María en Trastevere, en la ciudad de Roma.
Hasta su aparición, el estilo de ejecución de los maestros de órgano se reducía
a transcripciones o imitaciones de piezas vocales, pero este artista con su
talento, desarrolló una nueva técnica para tocar el órgano en la que nadie pudo
rivalizar. Estableció un modelo de ejecución que sería más tarde llevado a
Alemania por su alumno Froberger, alcanzado su máximo esplendor en el apogeo
del barroco, con las obras de Johann Sebastián Bach.
No alcanzando la misma acogida con sus composiciones,
después de publicar en 1608 una primera colección de madrigales, se inclinó
decididamente por el cultivo de la música instrumental, terreno en el que iba a
conseguir sus mayores logros y que le proporcionaría renombre internacional.
Junto a otros compositores-intérpretes contribuyó a consolidar los
descubrimientos del siglo anterior en cuestiones como la manera en que la
técnica interpretativa y las cualidades sonoras de un instrumento indicaban
ciertas posibilidades y desafíos: lo melodioso de las frases largas en el
registro agudo de un violín, la ingenuidad contenida en los dedos de un
laudista o la vertiginosa velocidad de quien toca una clave. Así, estos
instrumentos iban adquiriendo, dentro ya del lenguaje Barroco temprano, sus
propios repertorios y sus propios dialectos.
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